domingo, 24 de mayo de 2009

Hace 199 años...


Tras las intenciones absolutistas de Carlos, el inútil de Fernando dejaba el poder en manos del hermano de un loco, un desequilibrado mental que puso al país al borde del abismo. No hablo de Argentina en 2001 sino de España a principios del siglo XIX.
Mientras tano los acontecimientos en la península repercutían en las colonias, los patriotas centraron su preocupación en organizar su participación en un congreso, de manera que sus posiciones pudieran salir triunfantes por mayoría de votos.
El Cabildo sólo quería hacer participar a la parte más “sana y decente” de la población de la que quedaban afuera muchos activistas de la revolución. Belgrano fue el encargado de tomas las precauciones para que el congreso marchara por los caminos deseados por los patriotas. Así fue como en las puertas del Cabildo fueron apostadas tropas con el objetivo de intimidar a los absolutistas y permitir el ingreso de algunos hombres claves para la causa revolucionaria, que no contaban con la correspondiente invitación.
Durante el transcurso del Cabildo Abierto, los bandos enfrentados mostraron diversos matices internos.
El partido de la contrarrevolución se expresó por boca del obispo Lué y Riega, que expuso con nitidez sus ideas que sólo lograron irritar, aún más, al partido contrario. Los patriotas escucharon con indignación estas palabras que podrían haberse escuchado en Hora Clave: “Que mientras existiese en España un pedazo de tierra mandado por españoles, ese pedazo de tierra debía mandar a las Américas; y que mientras existiese un solo español en las Américas, ese español debía mandar a los americanos, pudiendo sólo venir al mando a los hijos del país, cuando ya no hubiese un sólo español en él”.
Por el lado del partido patriota se alzó la voz de Castelli, que afirmó que “la España ha caducado en su poder para con estos países” pues “es a los pueblos a quienes exclusivamente toca declarar su voluntad en este caso... porque el pueblo es el origen de toda autoridad, y el Magistrado no es sino un precario ecónomo de sus intereses...”.
Castelli continuó marcando la ilegitimidad del Consejo de Regencia al caducar el poder de la Junta Central. Expresó en toda su magnitud la idea de soberanía popular, en la que coincidían la mayoría de los patriotas, entre ellos, Moreno.
Por holgada mayoría triunfó la ponencia de la cesación de las funciones del virrey, varios españoles también apoyaron la propuesta.
Donde existió mayor dispersión en las opiniones fue cuando se discutió la nueva forma que debía adoptar el gobierno.
Saavedra postuló entregar el poder al Cabildo quién se encargaría de designar a una Junta, pero esta debía depender del pueblo de la ciudad y no de la metrópoli.
Castelli propuso que el nuevo gobierno fuera elegido por el Cabildo Abierto.
El 23 de mayo se reunió el Cabildo para realizar el recuento de votos emitidos en la noche anterior y para preparar la trampa aprovechando la confusión existente entre las filas revolucionarias, que no terminaban de ponerse de acuerdo en la forma de dar un corte definitivo a la crisis del sistema colonial.
Las distintas mociones del día anterior, en que hombres del mismo partido habían votado por salidas diferentes, dio pie a los reaccionarios del Cabildo para buscar una solución gatopardista. El Cabildo decidió conformar una Junta presidida nada menos que por ¡ Cisneros!, acompañado por dos españoles el presbítero Sola y por José Inchaurregui, y por dos criollos: Castelli y Saavedra.
Al conocer la noticia, Castelli decidió renunciar, pero en una reunión realizada en la casa de Rodríguez Peña, sus amigos le insistieron que aceptara con el sólo fin de convencer a Saavedra para que juntos boicotearan la Junta, del jefe de Patricios se volvía a desconfiar pues de inmediato aceptó la solución que trataba de imponer el Cabildo burlándose de la voluntad popular.
En la tarde del 24 de mayo, la nueva Junta prestó juramento, pero su duración apenas fue de unas pocas horas. Sería como llamar a Cavallo para arreglar la economía post Mendez. Al conocerse la composición de la junta encabezada por el derrocado virrey, los revolucionarios aumentaron la agitación, lanzándose hacia los alrededores de la ciudad y a los cuarteles para arengar a los vecinos y a la tropa. Ese día se vio a Chiclana, Moreno y Larrea hablar con encendidas proclamas al Regimiento de Patricios, llamándolo a consumar la anhelada emancipación del asfixiante poder español.
En este clima de honda tensión no existía gobierno que pudiera funcionar, Castelli y Saavedra presentaron sus renuncias y le pidieron a Cisneros que los imitara. Había llegado el momento de jugar la última carta, los partidarios del virrey carecían de tiempo y de soluciones para la crisis, sólo los patriotas tenían algo que decir y mucho por hacer.
El 25 a la mañana se reunió el Cabildo para tratar las renuncias presentadas por la Junta, desde muy temprano habían comenzado su actividad los revolucionarios concientes que el ansiado momento había llegado.
Ese día la plaza, al igual que en días anteriores, había estado muy concurrida, con gente que reclamaba a viva voz la renuncia de Cisneros y la formación de una nueva junta. Al enterarse de las dilaciones del Cabildo, que no aceptó la renuncia de la junta presidida por el ex-virrey, un grupo de revolucionarios se dirigió al Cabildo entrando a la sala de cesiones, mientras otros invadieron las galerías y pasillos, la agitación era imposible de contener, sólo la salida impulsada por el pueblo podían devolver la tranquilidad a la ciudad. Luego de una larga polémica, y de haber tenido que salir del salón para tranquilizar a la gente, el Cabildo aceptó a la Junta propuesta por los patriotas.
La nueva junta se hizo cargo del poder, jurando por Fernando VII, el partido patriota lograda de esta manera sus objetivos, la soberanía del pueblo era una realidad en esta ciudad de América del Sur.
En su nueva función como Secretario de la Junta, Moreno comenzó con una ferviente actividad de la que no descansó hasta que sus enemigos internos lograron derrotarlo. Esa noche del 25 de mayo, se lo vio redactar proclamas y comenzar a dar los primeros pasos para la organización de la expedición libertadora.

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