sábado, 2 de abril de 2011

Oro rojo


Si bien por razones geográficas e históricas las Islas Malvinas son argentinas, hasta 1982 personalmente creo, no revisten el valor y la carga emotiva que hoy tienen.
Asentadas sobre nuestra plataforma continental y pertenecientes al Virreinato del Río de la Plata fueron usurpadas por los ingleses en el siglo XIX. Desde Juan Manuel de Rosas hasta Arturo U. Illia no hubo gobierno argentino que no hiciera gestiones para recuperarlas, hasta el General Perón pensó en comprarlas como hiciera con los ferrocarriles y demás compañías británicas.
Más allá de esto, no dejan de ser una porción de tierra inhóspita en medio de las aguas heladas del Atlántico Sur. Sin embargo 1982 lo cambió todo.
Como decisión política la Dictadura genocida de Galtieri quiso hacer de Malvinas un nuevo Mundial '78, la marcha, la huelga y la represión de marzo del '82 se convirtió en la plaza del "Si quieren venir, que vengan, les presentaremos batalla". Más allá de los jerarcas, a las islas llegaron soldados dispuestos a defender la soberanía y el justo reclamo de una nación. En ese momento es en el que para mí, las Malvinas cobran un valor muchísimo mayor al que les da el petroleo de su subsuelo: las islas fueron regadas con sangre de argentinos y en su cementerio descansan los restos de compatriotas que dieron la vida por esta causa.
A la vez, Malvinas es uno de los pocos temas que nos une como pueblo, la reivindicación de nuestra soberanía no diferencia colores políticos ni ideologías. Cada gobierno desde el retorno de la democracia en 1983, con su impronta (algunos regalando Osos Teddy y otros planteando el tema en la Comisión de Descolonización de las Naciones Unidas) ha reclamado por nuestros derechos y reivindicado a nuestros veteranos de guerra.

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