lunes, 6 de septiembre de 2010

El principio del mal

Se cumplen hoy ocho décadas de la Revolución del 6 de septiembre de 1930. Marcó el primer gran quiebre institucional. Claves platenses de un hecho histórico
Los golpes de Estado no han sido en la Argentina expresiones aisladas sino que contaron a su favor con grandes sectores de la sociedad y se vieron facilitados hasta por ingenuas actitudes de líderes democráticos.

Hace exactamente 80 años, el 6 de Septiembre de 1930, era derrocado Hipólito Yrigoyen cuando esas condiciones fueron aprovechadas por el sector que lideraba las Fuerzas Armadas.

Los líderes de la conspiración fueron los militares José Félix Uriburu y Agustín P. Justo. El primero siempre tuvo en claro que la finalidad de la rebelión, además de derrocar a Yrigoyen, era la de "evitar que se repita el imperio de la demagogia que hoy nos desquicia", es decir que apuntaba a suprimir el sistema democrático. En cambio, Justo sostenía la tesis de que la revolución debía limitarse a desalojar del poder al viejo caudillo radical, pero manteniendo el régimen institucional determinado por la Constitución.

Uriburu contaba con el firme apoyo de la plana mayor del Ejército, de un ala de los conservadores (ya que el conservadorismo de Salta, Tucumán, Córdoba, San Luis, Corrientes y Buenos Aires no se mostró de acuerdo con los alcances de la conjura de Uriburu) y con el respaldo de las agrupaciones nacionalistas que simpatizaban con las ideas fascistas de Mussolini. A Justo lo apoyaba el resto de los partidos opositores, especialmente el socialismo.

Pero también tuvieron una activa intervención previa los "antipersonalistas" (radicales disidentes del yrigoyenismo, seguidores de Roberto M. Ortiz y conducidos también por varios ministros del ex presidente Marcelo T. de Alvear), cuyos diputados lanzaron el mismo 6 de septiembre un manifiesto en el que condenaron duramente a Yrigoyen. Pocos días después, la Juventud Universitaria se pronunciaría también contra Yrigoyen y confiaba en que "el desquicio institucional" terminaría pronto.

La izquierda y la derecha autoritarias

El del 6 de septiembre de 1930 fue tal vez el primer golpe de Estado donde afloraron con claridad las tendencias autoritarias de grandes sectores de izquierda y de derecha de la Argentina y la ingenuidad de líderes democráticos que no previeron las consecuencias de sus actitudes durante una crisis político-social que determinó el derrocamiento del gobierno constitucional de Hipólito Yrigoyen. Como ha ocurrido tantas otras veces, el pronunciamiento militar fue acompañado por gran parte de la población y así se dio origen a una época aciaga.

En esa fecha los militares toman el poder como epílogo de las acciones del gobierno, de la oposición política, de grandes grupos económicos y de los estudiantes universitarios. Los rumores sobre la presunta senilidad del presidente, su aparente enfermedad, las impaciencias colectivas ante una situación económica que se deterioraba -en un contexto mundial dominado por la crisis del 30-, se combinaron para potenciar un clima de agitación en todos los niveles de la sociedad.

En el mes de agosto los diputados conservadores y socialistas independientes de varias provincias lanzan una declaración -el Manifiesto de los 44- en el que exigían al Poder Ejecutivo "el cumplimiento de la Constitución Nacional y la correcta inversión de los dineros públicos". No declaran ningún apoyo a los amagos insurgentes de Uriburu, pero acentúan veladas o expresas críticas al manejo de la administración. El manifiesto, ciertamente, alteró aún más los ánimos y las críticas se volvieron ríspidas, sucediéndose mitines políticos opositores en los que se reclamaba la renuncia de Yrigoyen. Sólo los socialistas auténticos y los demócratas progresistas echaban agua en ese fuego.

En algunas provincias, como la de Entre Ríos -sacudida en mayo de ese mismo año por la campaña electoral para elección del gobernador- los antipersonalistas invitaban ya a apretar filas contra el "nuevo Rosas". En junio ganan los antipersonalistas en Entre Ríos y a partir de allí las resistencias y la propaganda contra Yrigoyen se intensifican. Unidos a los socialistas independientes y a los conservadores, los antipersonalistas realizan actos públicos de repudio al gobierno nacional en varias ciudades del país, entre ellas La Plata, la capital federal y Córdoba.

El 2 de septiembre renunciaba el ministro de Guerra, el general Dellepiane que -reconocido como un demócrata- entre otras cosas decía: "Habría que nombrar un tribunal que analizara la vida y los recursos de algunos de los hombres que hacen oposición a su excelencia y de otros que gozando de su confianza hacen que su excelencia, de cuyos ideales y propósitos yo tengo la mejor opinión, sea presentado al juicio de sus conciudadanos en la forma despectiva".

Dellepiane se había opuesto horas antes a la puesta en marcha de severas medidas represivas que se habían propuesto y que tendían a sofocar el movimiento insurgente, del cual se hablaba ya en todas partes, dándolo como un hecho.

Palacios y el festejo del golpe en la Universidad

El 4 de septiembre se producían graves incidentes en la Plaza de Mayo cuando se reprime una manifestación estudiantil que exigía la renuncia del Presidente de la Nación y que en parte encabezó el respetado líder socialista Alfredo Palacios. El saldo fue de un muerto y varias personas heridas.

Palacios era decano de Derecho de la Universidad Nacional de La Plata y pedía ya la renuncia del Presidente, al tiempo que en la Universidad se suspendían las clases. La posición de los estudiantes, sin embargo, era muy clara: cuestionaban expresamente al gobierno, pero la Federación Universitaria decía que el estudiantado "se alza indignado ante la sola suposición de ser gobernados por la espada".

Gravemente enfermo, el 5 de septiembre Yrigoyen delega provisoriamente el mando en el vicepresidente Enrique Martínez, cuando ya era público el famoso manifiesto revolucionario redactado por Leopoldo Lugones. Hacia la medianoche, una caravana de automóviles con civiles armados se interna en Campo de Mayo.

En La Plata se producían choques entre estudiantes y la policía y la Federación de Estudiantes de La Plata declaraba la huelga general con un fuerte pronunciamiento contra el presidente Yrigoyen, aunque afirmando: "Dictaduros.. Nunca! Conservaremos intactas nuestras fuerzas espirituales y no soportaremos jamás una curatela infamante".

Una multitud en la Plaza para apoyar a Uriburu

El general Uriburu tomó el poder el 6 de septiembre. Dirigentes socialistas, conservadores y hasta radicales de renombre comenzaron a pronunciarse satisfechos y hasta partidarios con el golpe de Estado. Una verdadera muchedumbre documentada gráficamente asistió al juramento. Desde la colmada Plaza de Mayo celebraba la asunción del nuevo gobierno que se presentó en los balcones de la Casa Rosada.

Entre los militares que participaron del golpe de Estado se encontraba el entonces oficial Juan Domingo Perón. En la entrevista que le concedió en 1969 a Félix Luna, diría Perón: "Yo estuve en la revolución del 30 contra Yrigoyen; era oficial de la Escuela de Guerra y ¡claro!, era una revolución militar y había que obedecer. Pero Yrigoyen era un gran hombre: un hombre independiente, un paisano de convicciones firmes, honesto, de esos que a uno le dan la mano y es como si firmaran un contrato. Además, la precedió una campaña que engañó a todo el mundo, lo mismo que pasó en el 55. Es la misma revolución con la misma saña: al pobre Yrigoyen lo mataron y a todo el que tenga la desgracia de caer en esta lucha le pasará lo mismo".

Lo cierto es que el 6 de septiembre, mientras Uriburu ingresa triunfante al poder, Yrigoyen, que se encontraba enfermo en su domicilio de la calle Brasil, decide dirigirse a La Plata acompañado por su ministro Oyhanarte.

Una "cama dura" para reposar en La Plata

El historiador Ricardo Soler, en su libro "Cien años de vida platense" editado por este diario en 1982, reseña que "la caída de Yrigoyen se materializó en La Plata, donde arribó en un estado de salud muy delicado. En nuestra ciudad hizo entrega de su renuncia al jefe del Regimiento 7 de Infantería. Llegó acompañado de su médico personal, el Dr. Meabe y de su ministro de Relaciones Exteriores, el Dr. Horacio Oyhanarte". Allí pidió "una cama dura donde reposar el cuerpo para no caerme".

Detalla Soler que el diagnóstico de su enfermedad era el de una bronconeumonía. Tenía fiebre y hacía ya alrededor de veinte días que guardaba cama, "de modo que puede decirse que desde su lecho presenció la caída de su gobierno". Lo cierto es que la situación personal de Yrigoyen se tornó confusa después del golpe; no existían definiciones procesales en torno a su destino, de modo que estuvo deambulando luego por distintas unidades militares del país hasta que finalmente fue enviado, en condición de prisionero, a la isla Martín García.

Triunfante la revolución militar -a la que el conservador Uberto Vignart, luego presidente del Jockey Club platense entre 1934 y 1954, calificaría como "segunda tiranía"- se registró en La Plata, en la misma jornada, una manifestación espontánea de festejo, integrada por unos mil asistentes. Marcharon por la avenida 7 y al recorrer la cuadra entre 56 y 57 donde se encontraba un comité radical, se registró un duro enfrentamiento con los radicales allí presentes. Fue el propio Vignart, que encabezaba la manifestación, el que apaciguó a los suyos y calmó a los más exaltados. Añade Soler que "esta fue la primera manifestación popular espontánea contra Yrigoyen. Luego se organizó una mucho mayor al hacerse cargo el interventor federal".

Por cierto que la caída de Yrigoyen admitió -y lo seguirá haciendo- interpretaciones históricas muy variadas. Algunos historiadores aseguran que el golpe del ´30 fue en realidad el resultado de una decisión adoptada muchos años antes por sectores de poder disconformes con la ideología del caudillo.

Pero lo que resulta indiscutible es que la revolución del ´30 fue el primero de una serie de golpes institucionales que signaron buena parte de la historia del siglo XX en la Argentina, de los cuales nuestro país se está reponiendo a través del laborioso e ininterrumpido proceso democrático iniciado en 1983. Y como exponen los hechos históricos, el primer golpe -como los que vendrían después- fueron fruto de un entramado complejo en el que sectores antagónicos de la vida política tuvieron mucho que ver.

1 comentario:

Fernando Adrian Pereyra dijo...

"No me calmo nada!!!" agradece la constante colaboración con ideas, pensamientos y como en este caso material al 4to poder y a una persona que honra tan digna y necesaria profesión. Muchas gracias!