jueves, 19 de marzo de 2015

Yo nunca fui Nisman

Nunca recibí un presupuesto por parte del estado para no cumplir con mi trabajo.

Nunca viaje al exterior con “modelos”.

Nunca tuve cuentas de dinero en el exterior de las que no puedo explicar su origen.

Nunca viví en Le Parc en Puerto Madero.

Nunca presenté un escrito acusatorio que jurídicamente no tiene el menor sustento.

Nunca me quedé con el sueldo de nadie.

Por último, nunca frecuente la embajada norteamericana.


En definitiva, que tranquilidad me da decir que nunca fui Nisman.




martes, 17 de marzo de 2015

Carta de un ex afiliado radical:

Si, estuve afiliado a la UCR, fue hace tiempo, al cumplir 18 años, en plena década neoliberal, tras el Pacto de Olivos. Siempre sentí una profunda admiración por la figura de Leandro N. Alem, su pensamiento, su postura moral y política frente al Régimen Conservador de la Generación del ’80. Por el populismo de Yrigoyen que llenó de pueblo la política y cobijó a Forja, le dio forma al pensamiento nacional de Homero Manzi y Arturo Jauretche. Sin embargo, desde el origen al ala popular se le opuso una elitista, conservadora, que no dudó en apoyar el golpe de estado contra el anciano caudillo elegido por amplias mayorías. La restauración conservadora producto del golpe de 1930 fue avalada por el sector antipersonalista que brindó sus hombres a los gobiernos fraudulentos de la década infame. Sin embargo, mientras Justo, ex ministro de Alvear presidía la nación o más tarde Ortiz, también ministro alvearista, la militancia elegía el abstencionismo, la lucha renovada contra el régimen, militares radicales se alzaban y militantes de a pie honraban la figura de Hipolito Yrigoyen colmando las calles el día de su sepelio, como en un ritual continuado con el sepelio de Dorrego y como antasala a los de Eva Perón, Juan Domingo Perón y Nestor Kirchner.
Fue en los ’30 cuando la dirigencia viró a la derecha y se encolumnó tras el partido conservador en el ’45, postura también elegida por el socialismo y el resto del espectro político, era la hora de la Unión Democrática, apadrinada por el embajador de los Estados Unidos, Braden, decían oponerse al fascismo, se oponían a las reivindicaciones obreras, a la política de masas, a la justicia social, la independencia económica y a la soberanía política. Y así fue como en un período caracterizado por el enfrentamiento acérrimo entre bandos políticos la UCR encarnó la oposición democrática al gobierno de Perón sin dejar de apoyar cuanta intentona golpista llevaran a cabo los militares. Es que si el gobierno tenía actitudes autoritarias, la oposición las tenía golpistas, el antiperonismo llevó a que la plaza que festejó la llegada de la Revolución Libertadora se llenara de hombres de traje y corbata, de mujeres de barrio norte que habían desalojado a la “chusma” que había tomado la casa. En los ‘60 la figura campechana del Dr. Illia, ejemplo de honestidad en la administración pública y presidente debió soportar una encarnizada campaña en su contra desde las corporaciones encabezadas por los medios de comunicación. La noche de la Revolución Argentina encontró al radicalismo reconciliado con el peronismo, situación que se cristalizó en las entrevistas entre Perón y Balbín en Gaspar Campos y en el discurso de despedida del caudillo radical a su adversario y en sus palabras “amigo”. La dictadura cívico militar de 1976 desnudó complicidades civiles y posturas éticas, Raul Alfonsín encabezó al sector que planteó desde la noche de la dictadura lo aberrante de los crímenes de lesa humanidad y su discurso a favor de los derechos humanos lo convirtió en la figura que concitaba los apoyos para enfrentar a la dirigencia tradicional del partido representados por Balbín y De la Rua. Y de esa manera el rezo laico del prólogo de la Constitución Nacional frente a la multitud que clamaba por verdad y justicia conquistó las voluntades y Alfonsín se convirtió en el padre de la naciente democracia, era el hombre que se acercaba a la izquierda europea, que planteaba la necesidad de unir fuerzas con América Latina, el que en los jardines de la Casa Blanca le dijo a Reagan que los EEUU conspiraban contra los procesos democráticos de latinoamericanos, el que les dijo a los oligarcas de la Sociedad Rural que eran unos fascistas y que no silbaban a los genocidas como si lo hicieron con él, el que llevó al banquillo de los acusados a los dictadores, el que se entrevistó a riesgo de su propia vida con los golpistas de semana santa, el que impulsó las leyes de impunidad para preservan la democracia a futuro, pagando un alto costo político, el que sufrió un golpe de mercado impulsado por las corporaciones que protagonizaron el festín neoliberal de los ’90. El que planteó en 1992 que si la sociedad se derechizaba era una actitud ética perder elecciones pero nunca hacerse conservador. El Alfonsín que planteaba la necesidad de salir de la trampa del 1 a 1 y que fue crítico del gobierno de De la Rua, momento en el que me desafilié del partido.
Tras la debacle de la Alianza, la UCR se fue en helicóptero del poder con represión, estado de sitio y muertos. Sin autocrítica y sin vislumbrar la necesidad de una orientación hacia la izquierda, enarbolando banderas nacionales y populares. Bandera que si tomó el kirchnerismo y concretó en innumerables políticas de estado.

Es así como aquellos que reivindicamos el alfonsinismo de los primeros años comenzamos a ver con otros ojos a ese hombre que venía de la Patagonia y no le temblaba el pulso a la hora de enfrentar a las corporaciones que truncaron el proyecto progresista de 1983. Y es así como el kirchnerismo se convirtió en una fuerza progresista en la que comenzamos a confluir desde distintas tradiciones, peronistas, radicales, socialista, intransigentes y  comunistas. Y mientras su proyecto reivindicaba la justicia social, la soberanía política y la independencia económica la UCR boyaba entre Lavagna, De Narvaez y Carrió, votaba con el PRO y ejercía el más tenaz oposicionismo ciego, arriando banderas históricas del partido, oponiéndose a la estatización de YPF, empresa creada por Yrigoyen para que el estado tenga el control de sus recursos petroleros. Y se opusieron a la estatización de las AFJP y fueron una máquina de obstruir como si esa actitud no atentara con el republicanismo que propugnan a los cuatro vientos. Dime de qué presumes y te diré de que careces dice el dicho y en este sentido los reclamos de transparencia se chocan con las coimas en el senado de la gestión De la Rua o el planteo de una mejor distribución del ingreso riñe con el recorte del 13% a jubilados y trabajadores implementado por la ministra delarruista Patricia Bullrich. La UCR con muy pocos votos sobrevive hoy como estructura partidaria gracias al federalismo de su organización. Es en este contexto en el que su dirigencia a espaldas de la militancia del partido pacta un acuerdo electoral con lo más nefasto del neoliberalismo en la Argentina, plantean transparencia pero se alían con Macri. Rifan la historia de un partido centenario sabiendo que en la interna Sanz no tiene posibilidades de triunfar, ofreciendo su estructura partidaria al partido municipalista del Jefe de Gobierno porteño. Apuestan a la vuelta del bipartidismo pero le ofrecen el partido a las grandes corporaciones. Conforman una alianza de centro derecha que además expresa sin pudor una identidad profundamente antipernista. Han votado los convencionales de Gualeguaychú la muerte de la UCR, ya que si pierde en las elecciones será un apéndice del PRO y si triunfa será la cara de la centro derecha y la encargada de la restauración conservadora que prodigan, es necesaria, los organismos internacionales de crédito, las corporaciones y los medios de comunicación que son expresión de estas. La convención de Gualeguaychú terminó con miembros de la juventud radical llorando por el futuro del partido y con insultos a Sanz. Que orgulloso me siento de formar parte de un movimiento que le da protagonismo a la militancia y a la juventud, que hermosas imágenes nos regaló la apertura de sesiones ordinarias del Congreso Nacional, el pasado 1 de marzo, donde el pueblo que apoya al gobierno se congregó a demostrar que la calle no se perdió. Que orgulloso me siento de mi presidenta. La diferencia en el liderazgo es simplemente una expresión del lugar que la historia le depara a cada actor político en la Argentina contemporánea.